cero cero cero de cero mil cero

desde hace dos días tengo dolor de cabeza.

no ha sido un dolor consecutivo, permanente. en realidad ataca cuando menos lo espero: antes de una jugada de gol, cuando estoy en la mitad de una charla, a punto de llegar el clímax de la película, justo cuando un diálogo explica lo ocurrido en el capítulo, tres líneas antes de terminar un cuento, cuando sé cómo se va a desarrollar la historia que tengo en la cabeza hace una semana.

cuando el dolor llega, es como si el mundo despareciera, nada importa más que el dolor, y la cabeza se convierte en un microcosmos absoluto, total. no es difícil imaginar que un dolor de cabeza haya sido el que llevó a Borges a imaginar el alpeh. la tierra vibra, las palabras tiemblan, las imágenes se vuelven difusas.

descubro hoy la razón de esos dolores. el cuerpo reclama su presencia. solo encuentra el dolor como fórmula de escape para subrayar su presencia. tanta vaguedad de conceptos me hace olvidar su existencia. reviso el letrero que inicia este blog y me doy cuenta que es cierto: "Escribo esto francamente desesperado por mi cuerpo y por el porvenir que me espera con este cuerpo." entonces disfruto el dolor, gozo el punzante taladro que daña mi cabeza. la esperanza que puedo tener con mi cuerpo cada día está más lejana y pequeña, por eso me puedo permitir gozar: ya no existe la preocupación, solo el viejo lexatin.