hoy estoy pletórico de felicidad. tanto que no me importa si lo que escribo está bien o mal. tanto que tuve ganas de empezar el escrito con: querido jornal... así que después de mucho tiempo, este medio vuelve a ser querido. así que empiezo...
querido jornal: todo empezó hace dos semanas. estaba por acostarme, las luces apagadas, la tele prendida en cualquier canal, los ojos a punto de cerrarse. entonces, escuché un arañazo en mi ventana. salí a ver si uno de mis gatos estaba luchando por entrar, pero me encontré una gata (supe por su rostro, no pregunten por qué creí -o entendí- que era gata) blanca con un par de mancha negras. al verme salió corriendo por una malla (pensé: "de cualquier malla sale un ratón -o un gato-, Oh yeah") y dormí profundamente.
la gata siguió visitándome dos o tres días, cada vez la veía más flaca. nunca podía acercarme porque un movimiento la llevaba a salir corriendo y acercarme a la ventana era imposible. dejarla entrar, ¡nunca! mis dos gatas la sacarían en menos que se escuche el primer maullido. así que la veía detenidamente, igual que ella a mí. un día estuvimos en esa contemplación nocturna (llegaba entre 1 y 2 a.m.) durante veinte minutos, quietos, estáticos, expectantes.
hoy la vi en otro lugar: estaba pegada en un poste con el letrero de "se busca". llamé al número, supe que se llamaba "quiba". en la noche llegaron a mi casa tres personas: una madre tipo hippie, una chica de 17 años y un pequeño de 8. llamaron a quiba por la ventana de mi cuarto pero nada pasó. ya a punto de irse, con la promesa de futuras llamadas, se oyó un maullido lejano. las llamadas se arreciaron, más fuertes. el maullido se acercó, se hizo palpable, constante; solo se rompió por un grito al unísono de tres voces: "ella es". llamaron se movieron y quiba apareció en los brazos de la hija (más tarde me enteraría, se llama "isis").
el cuarto fue un fulgor, la alegría se volvió palpable... y tenía forma de gato. caricias, maullidos, ronroneos, besos. el niño de ocho años con lágrimas de felicidad en los ojos dijo: "nosotros no somos ricos de plata, pensamos que si alguien llamaba nos iba a cobrar mucho dinero, no pensamos que gente como ustedes existía". eso me desarmó. fue entonces que la alegría azotó las ventanas, se coló por las grietas, produjo un vendaval que subió hasta el techo y bajó despacio, dejándolo todo en su lugar. los otros no lo vieron, pero yo supe que pasó.
vi salir a los cuatro de mi casa. ellos me agradecían una y otra vez, pero en realidad quien debía agradecerles era yo. hace mucho no sentía eso. me regalaron el mejor momento... desde hace mucho.
suerte quiba y gracias por todo. ahora creo que volveré a escribir en este jornal. hay nuevas razones para volver a la escritura.
jueves, 24 de septiembre de 2009
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4 Comentarios:
¡Yupi!
Encantador final para vos y la gata. Existen momentos grandes en la vida que desarman a cualquier persona y este es uno de ellos. Abrazos.
Gracias por permitirnos ver un instante de alegría. Tan palpable, tan palpable, que creo haber sentido en mi mejilla una leve caricia, un eco del ventarrón que por un instante invadió tu espacio y tu vida.
Formidable vendaval, hasta aqui en Pasto se sintió
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