martes, 27 de julio de 2010

peña

... y entonces, la música se detiene. es sólo un momento, un instante imperceptible que marca el cambio de ritmo. todos se abren un poco de espacio en una pista de baile llena y empiezan a aplaudir. los aplausos son acompañados unos ojos que buscan en la profundidad de los ojos del otro, algunas alegres; las más, una combinación entre profundidad, vanidad, y presunción. la idea es mover el cuerpo mientras aparece una línea recta entre los dos rostros, entre los cuatro ojos. los pies se adelantan y se atrasan, los hombros giran como retando al otro. otro momento de vacío, esta vez uno que se llena con los gritos de los danzarines, y las palmadas de los que apenas aprenden. al igual que antes, no se tocan, se miran. las palmas son cambiadas por el tronar de los dedos, los dos levantan los brazos y hacen sonar las yemas de los dedos al chocarlas: el pulgar contra el índice, el anular contra el pulgar. los hombres zapatean, recuerdan gallos finos que retan a sus parejas, las mujeres zarandean más lento, centran su fuerza en el movimiento rítmico de la cabeza, los hombros y las caderas. en la pista, los danzantes encuentran la forma de no chocar con las otras parejas y seguir unidas por esos lazos, sin tocarse, sin que la piel roce. la tensión crece, la cerveza pasa de mano en mano, el humo llena de nuevo los espacios cerrados, las charlas empiezan y terminan sin que se sepa el nombre del interlocutor. y mientras tanto la chacarera sigue sonando una y otra vez. la tensión aumenta hasta casi sentirse en el aire. pesada como el humo. entonces aparece la hora de romper esas tensiones y apenas son las cinco y media, y todos se besan por doquier, y los abrazos aparecen en las esquinas, los roces -tanto tiempo esperados- se concretan en abrazos y caricias. los labios se pierden en la boca del bailarín y los dedos en el cabello de la danzante. nosotros, los que nos quedamos en la barra viendo esa explosión efusiva de amor -los menos- observamos extasiados cómo el lugar se va vaciando de a pocos. esta vez los roces se trasladan a unas manos entrelazadas que se alejan, mientras los menos arreglamos las bufandas y las chaquetas para aguantar el frío afuera. y los guantes calzan bien. los roces de las manos no estarán, en su lugar echamos vaho en los guantes y frotamos una mano con la otra. tratando de imitar, dolorosamente, aquello que no tenemos.

2 Comentarios:

SHEOL dijo...

Padre amado, cómo carajos hace que una Chacarera, que es abuuuuuuriiiida hasta el final de los tiempos, parezca un expresión apocaliptica mano... llamese al hermano de Santos a ver si lo pone tomar cerveza en algún lugar divertido carajo!!! :D

Unknown dijo...

Es un lindo ritmo, es difícil de imaginarsela así de mágica mientras se baila, debo bailarla algún día, espero que sea mas temprano que tarde!

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