cuatro meses después, lo encuentro.
llevaba tiempo buscándolo. pero el recuerdo insistía en esconderse y distraerme con algo cotidiano. por fin hoy, como de la nada, aparece el momento justo en que decidí que viajaría. sentado sobre un cojín incómodo, me aferraba a una caja de ron. a mi lado, un nudo de cables conectaba la música al ambiente. de cuando en vez, llegaba a mis manos una copa con aguardiente. el sabor se mezclaba con el ron y la cola y los hielos y las frases de X que sólo deseaba volver a uruguay. yo cantaba, no recordaba bien las frases pero salían exactas. por momentos el equilibro se desvanecía y gotas de ron caían en la alfombra. afuera comenzaban a trinar los pájaros. estaba triste, muy triste. dejé de cantar y comencé a gritar las canciones. X cantaba otra canción, una que yo no conocía, una que hablaba de un país al lado de un río. X decía entre estrofa y estrofa que no se sentía bien, que el país le molestaba, que no tenía nada que la mantuviera en esa casa. solo los recuerdos falsos. quizá decía eso, quizá no. demasiado alcohol y las música se mezclaba con el monólogo de X, y yo insistía en llenar los vacíos con metáforas que salían de los parlantes. entonces sentí la voz de X como si fuera yo mismo quien lo dijera: sus palabras fueron mis palabras. ya no tenía nada que me atara a ese país -pensaba-, los recuerdos cada vez eran más falsos y la realidad perdía consistencia. el tiempo trinaba, el estómago dolía y cada vez gritaba más fuertes las canciones para acallar esa voz que era la de X pero que era la mía. otro aguardiente en mi mano. lo levanté y brindé conmigo. y empecé a cantar la canción de X "viento del sur, llévame hasta mi casa". y todo se volvió confusión y no sabía si pensaba como X, si gritaba, si pensaba por mí mismo, si el alcohol era demasiado, si los pájaros trinaban mi canción, si el ron sabía a uruguay. salí dando tumbos y caminé hasta la panadería. le dije algo desagradable a un compañero del trabajo que apareció ahí con un periódico bajo el brazo, un litro de jugo de naranja y una bolsa de pan. pensé que se lo merecía. no quería ser él un par de años después. él miró mi borrachera con desdén y se fue. juré no olvidar ese brindis solitario. pero ese brindis se escondió un par de años, y ahora, cuatro meses después del viaje aparece como un destino. me salta a la cara para que pueda ver en él, la imagen de espejo deformada de lo que ahora soy.
jueves, 18 de noviembre de 2010
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