viernes, 21 de enero de 2011

sucedió un viernes (parte ii)

a la mierda robert smith.
los viernes no funcionan. nunca te han funcionado. las personas te entregan felicidades no solicitadas. la ilusión de la noche se desvanece apenas el sol toca la curva de una montaña. a cada frase bienintencionada una posible respuesta anoréxica: piensa rápido, piensa rápido; has feliz al otro. solo silencio. las ideas están estancadas y no pasan al otro lado del túnel. entonces tarareas un par de palabras inconexas y te sientes de nuevo como woody allen. no. mejor, te sientes como cantinflas. hablas sin hablar. te dicen: no son palabras de tu edad, esas son cosas buenas para un quinceañero, no para ti. y el remate: odio a cantinflas. te quedas con un puñado de frases que se escurren entre los dedos (también te traicionan y se van) y la soledad del corredor de fondo ataca con todas sus fuerzas. ya no eres de fondo, ni siquiera eres un corredor. un par de veces, siendo pequeño, los viernes siguieron su ruta decadente desde el ocaso. decides hacer algo por ti mismo, inicias el placer onanista que te ata cuando creces. tú sólo puedes divertirte, cagarte en el mundo. tomas una botella de un alcohol muy fuerte, prendes la tele y música de fondo. imagen muda, soundtrack constante. los dedos se cansan de pasar por los cinco canales disponibles y la pilas del remoto se agotan. te levantas. la música te habla: "no estoy fácil, no estoy dócil, no estoy cordial ni sensato, no tengo ninguna razón para estarlo". decides pintarte la cara. blanco sobre blanco. un par de círculos negros en los ojos, una línea en la boca. te asomas a la ventana pensando en asustar a quien pase frente a casa. pero las calles están vacías. llueve. ¡no puede llover siempre! cuando pasa una pareja intentas atraer su atención, pero ellos se distraen entre besos y caricias borrachas. la música te sigue hablando: "no estoy calmo, no estoy sobrio, no estoy alegre bien claro, no tengo ninguna razón para estarlo". con un nuevo fracaso entre tus manos regresas al televisor, y cambias canales hasta que das con una película de porno suave. te miras mirar televisión y te sabes ridículo, patético. las escenas no te excitan. cabeceas frente a la pantalla. apagas todo, disfrutas el silencio momentáneo. te lavas la cara y te acuestas antes de que llegue alguien a casa. intentas olvidar lo que acabas de hacer, pero sabes que si acabas con tu pasado, el pasado no ha terminado contigo. nadie se ha enterado de tu tristeza, de tu patetismo absurdo. y quince años después lo recuerdas como uno de tus mejores sábados. y quieres volver a ese estado en el que no hablabas y querías cagarte en el mundo. pero ahora hablas para no obtener nada. y te parecen obvias las razones de tus frases inconexas. entre frase y frase se cruza el recuerdo de la canción que sonaba cuando dormías, después de pintarte la cara, tomar una botella (quizá dos), despintarte la cara, apagar el televisor e intentar dormir. en la entrevela, el maldito robert smith empezaba a cantar: "i don't care if monday's blue..."

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