viernes, 13 de mayo de 2011

hablame de horror

sé que los molesto.
sé que mi escritura juega con cosas que me pasaron y cosas que invento.
y cómo me gustaría empezar con una anécdota que se confundiera con invención. pero tengo más de deseo de ser foucault diciendo que el discurso ya empezó sin mí; pero solo me sale la idea del corazón delator: "¡es cierto! siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿pero por qué afirman ustedes que estoy loco?". cuatro de la mañana, mis ojos se abren cuando descubro mi rostro en una desconfiguración absurda. tengo la boca abierta, mi corazón late rápido, las manos sudan. el terror absoluto se apodera de mi cabeza. los ruidos me desplazan a lugares que no conozco y mis ojos dejan de ser lúbricos para convertirse en roca sólida. un miedo que me abarca me paraliza y el reloj apenas gira un poco para indicar que ha pasado un minuto. el tiempo se vuelve líquido espeso, la licuefacción de una entropía que me gana. y los ojos ya no se acostumbran a la luz instantánea del momento en que desperté y se adecúan a la oscuridad. todo es sombra. el negro lo es todo. giro sobre mí mismo dos veces, la culpa de algo que aún no he hecho se apodera de los brazos atándolos con un lazo invisible al suelo. la culpa me gana, me gana, me gana. hombre derrotado, me rindo hacia la maldad que se estanca entre las baldosas del cuarto. quiero llorar, gemir, gritar, pero la maldad es más poderosa. las cosas acaban de iniciar. intento distraeme, pensar en esos campos vacíos del desierto, en horizontes perdidos del llano: todo se convierte en muerte. en mi muerte. muero de una y mil formas distintas: la sangre corre, el cuello se estrangula, el estómago explota, el corazón se detiene, la bala cruza el cráneo, el vacío llena los pulmones, el vómito regresa a su nacimiento. la muerte llega de miles de formas, algunas las conozco ahora. y sigo con los ojos abiertos, espectantes del vacío. el cuerpo continíua en una parálisis que sube hasta la cabeza, neutraliza las dendritas, da shocks de energía a las plantas del pie. solo los dientes se mueven, cada vez mas cerca, unidos, se friccionan, se apelmazan, se contraen en una mordida infinita que une los órganos por dentro. y cada muerte dura eternidad, regresa como maldición antigua. y el tiempo pasa lento: una dos, tres horas. la luz baja desde los techos altos hasta llegar a la ventana. y los órganos siguen en parálisis perpétua, y los dientes siguen en su cruzada por desgastarse y la culpa continúa. y entonces la vida entera es culpa, y me convierto en culpa. dejo de sentirme humano. me convierto en niebla, en nubes oscuras. las luces solo me deslumbran. una lágrima sale de los glóbulos, pero no sé cómo. tan secos siempre, tan duros. entonces se produce el milagro del ruido de la ciudad, de los pies arrastrándose por el piso, del sonido de la pavita calentándose, del agua de la ducha cayendo. abro los ojos un poco más. la luz me ha dado como regalo el movimiento. así que giro mi mano, desplazo mi pie desnudo un poco, libre de cobijas mi cuerpo vuelve a ser cuerpo. deja de ser culpa. ahora me doy cuenta que lo peor aún está por empezar. que lo que viene es el día. no quiero creerlo, lo niego. así que corro a la música. y entonces lo confirmo. sé que lo peor está por comenzar cuando escucho la voz de fenando del castillo rpetir una y otra vez: "no me digas más cosas tiernas, no me hables más de amor, háblame, háblame, háblame de horror, de horror, de horror".

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