jueves, 13 de octubre de 2011

cuando se pierde la fe en la lástima

no sé bien la razón por la que juego fútbol.
quiero pensar que es por la misma razón por la cual regreso a la escritura, pero me estaría mintiendo. la escritura funciona como un paliativo para el paso del tiempo: cuando escribo algo del día ha sido provechoso y me acuesto tranquilo y algo excitado. con el fútbol pasa lo contrario. hace poco descubrí el sentimiento que produce el fútbol: bronca. ejemplo: sólo frente al arquero, después de haber pasado dos defensas, decido darle el balón a un jugador menos ubicado para que dispare al arco, mi pase sale desviado por mucho y la oportunidad de anotar se va al traste. un jugador (del equipo contrario, para más vergüenza) me dice "ché, tenete fé", con la adrenalina en la cabeza y el sudor bajando por el cuello no se me ocurre respuesta más simple que: "sí, no me tengo fe". ya desde antes, otro jugador ante mi ineficacia con el balón había soltado un "a ver si crecemos un poco pibito" (en realidad fue respecto a otra acción, pero me funciona bien argumentalmente aquí si la relaciono con el fútbol). con la escritura me siento un poco mejor, sé algo de gramática y pongo las tildes donde deben ir, con el fútbol no sé cómo proteger un balón. cuando era más joven (más, como si ahora lo fuera)me decidí por estudiar algo que no sabía hacer. el sentimiento de impotencia frente a los otros era fuerte, casi inmanejable. no lo sentí hace mucho; ahora, con el fútbol, la inabarcabilidad regresa. creo que dejo esto por ahora: estoy escribiendo "inabarcabilidad" en realidad escribo esto mientras hablo por internet con dos personas. igual, a lo que quería llegar es a la rara costumbre que tengo de que la gente sienta algo de lástima por mí. esa lástima se representa como reflejo obvio ante mis fallas constantes: ser torpe, decir las cosas inapropiadas, ser flaco, bajo y con un acento cantado que pareciera que pido disculpas todo el tiempo. en fútbol, la lástima por el contrario o el compañero no existe. soy torpe pero no hay reflejo. creo que por eso voy a fútbol, a encontrarme con mi reflejo duro y puro. nada de suavidades lastimeras. es un reto. por eso sigo yendo. por eso no escribí el miércoles. debo tenerme fe (R me acaba de decir que tiene fe en mí, golpe de ánimo positivo), dejar de ser un pibito. en el fútbol, muchas veces, salen las verdades de frente, acompañadas de un golpe a la espinilla.

1 Comentarios:

Arrowni dijo...

Si uno se somete a la lógica mecaniquera que todo pensamiento humano puede ser replicado por una amplia gama de secreciones químicas bien controladas, tendríamos pues un argumento para explicar cualquier cosa por medio de las drogas.

Sea futbol, o sea literatura, hablaríamos pues, de una farmacodependencia. Volvemos a ambas sin que tengamos un motivo justificado para llegar, porque el cerebro a fuerza de recordar tiene gusto por los ecos que ya hemos probado, y acaso por la repetición se acuerda que existe.

Cada droga tiene su convicción, no todos somos alcoholicos convencidos, o junkies inspirados, o mascadores de mediotiempo. Nuestros procesos químicos pueden figurarse éxitos o fracasos, experiencias fallidas o impulsos de una abstinencia furiosa. Más que por que sean fuertes o débiles, uno se acerca a ellas como un modo de vida sugerido.

Las drogas proponen otro universo químico de una experiencia que no difiere de un montaje cinematográfico, si no lo hiciesen, probablemente no nos llamarían la atención.

Y uno no es sí mismo más que frente al mundo.

Obviamente el argumento anterior se refiere al dopaje.

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