domingo, 27 de noviembre de 2011

bombeando energía

otra vez no puedo terminar lo que empecé.
alguna vez había escrito algo sobre el todo y las partes. ahora ese archivo está encerrado en una máquina a la que ya no le llega la energía. y es particular que sea justamente una falla en la energía la que haya encerrado el trabajo que llevo acumulando desde hace dos años, porque es una representación metafórica exacta de lo que realmente me ocurre en este momento. todo está ahí, pero falla la conexión. no hay un poder conectivo entre el mundo exterior y el mundo de la escritura que me permita continuar. se cambian los cables, se transforma el voltaje, el lugar desde el cual es posible tomar la energía, pero la conexión falla en algún punto. lo mismo ocurre ahora con mi departamento que ahora se bloquea a la mitad porque en alguna parte la energía se corta. todo un jueves buscando con el técnico un lugar de corte de energía, pero el lugar es inextistente. ese espacio en el cual el circuito se abre para no terminar de ser, es un lugar fantasma (es de puro ecloplasma, podría cantar). pero hoy quería escribir sobre otra cosa y la energía que se desperdicia y ya debe estar llenando hasta colmar un espacio de magnetismo invisible, me llevó por otro camino. así que solo por nombrarlo: hoy volví a preocuparme por mi corazón. no busquen metáforas. el músculo que trabaja un promedio de tres mil millones de veces en la vida, hoy se despertó llamativo. los latidos se fortalecieron tanto que podía ver el movimiento de la camiseta que vibraba al compás de la sangre bombeada. y entonces recordé el primer pensamiento que tuve a la mañana siguiente al despertar en esta ciudad: la compleja tarea que llevaría a los otros el hecho de que pueda morir aquí. de cierta manera, viviendo con mi familia mi mortalidad estaba acolchonada por el cariño familiar. esa idea de que si enfermas y te desmayas cerca a un miembro de tu familia te va a salvar (o llevar al médico o algo así) funcionaba de manera interna, dandome una sensación de inmortalidad. no tardé sino doce horas después de arribar aquí en darme cuenta que la muerte está presente a cada respiración (al final, con un pequeño silbido imperceptible, nótenlo, se los juro si se concentran lo pueden escuchar). al llegar a quí me sentí profundamente vulnerable. mi inmortalidad imaginaria voló hacia el lugar en el que nación (la nada) y se difuminó. descubro por qué me ato tanto a las personas con las que vivo, ellos son mi posibilidad de inmortalidad latente. los lazos de amor, de amistad, de camaradería o cualquiera sea la sensación que nazca en los intersticios de una convivencia responden en el fondo a que gracias a la materialidad subjetiva de otro ser humano cerca, no puedo morir. pero últimamente he estado mucho tiempo solo de nuevo (yo me lo gané) y la muerte está cada vez más cerca, mas notoria, casi tomándose la respiración completa en su ruta hacia la aparición total. y sigo, gastando energía cortada que se desparrama sobre los techos y las ventanas y los alféizar y los umbrales; respirando muerte, perdiendo el sentido de vitalidad que alguna vez creí tener. hoy me volvió a hablar el viejo uruguayo, el que no veía hacía dos meses, me habló de la dimensión ignorada y me dijo unas palabras que no puedo sacar de mi cabeza: "no puedo conectarme con mis propios sentimientos si no me pongo a escribir como un desposeído". no pude estar más de acuerdo: como ejemplo, hoy lloré durante quince minutos, pero eso no ha ocurrido mientras no le escriba y lo haga real (justo ahora, al terminar de teclear la palabra "real", descubro que lo he hecho).

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